La manga agujereada, pongo un alfiler, a desastres simples, soluciones simples. Mis manos caen y vuelcan en un giro inmenso que rompe mi muñeca casi sin querer.
Siento como poco a poco se va el diluvio que cubría la tarde y las hojas van dejando que el agua resbale por ellas iniciando un goteo sin fin.
Y desde la ventana veo pisadas en la lluvia a través de la valla y los dos pinos. Avanzan hacia mi bajo un paraguas marrón. Aprieto con fuerza el puño. El alfiler se me clava en la palma de la mano como el agua en tus botas. Ya estás aquí.
Foto: Viaje en tren en Belgium.
Hay tanto que escribir sobre el puto otoño...
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo.
ResponderEliminarA veces es asquerosamente melancólico.