
En medio de una atmósfera caótica bailaban en un círculo. Corría el alcohol a borbotones, no importaba la calidad sino la cantidad. Todo ello se veía intercalado por la nicotina que se metía en sus pulmones como si se tratase del aire más puro. La música reventaba los tímpanos y buscaba a los más fuertes, a los que sobrevivieran a sus estruendos. Sentían como si flotasen, como si todo estuviese sucediendo en otra dimensión, como si todo lo que creían real se trasladase a otro extremo muchísimo más cargado y espeso. Donde era díficil distinguir lo que realmente pasaba allí y lo que pasaba aqui.
Los muros y el suelo temblaban. Y mientras, gritaban como si les fuese la vida en ello. En aquel instante la vida se les iba en mantenerse despiertas y hacer todo lo que les viniese en gana.
Por unos instantes no importaba de qué se tratase, de quién o de cómo ocurriera... ni siquiera aquello tenía sentido.
En medio de todo se hizo un pequeño silencio, corto. Se abrió la veda: tanto para todos como para las dos.
Buscando normalizar todos se intercambiaban con todos. Campo libre, nada importaba. Era como una especie de secta, en la que, una vez que entras ya no puedes salir. En este caso en concreto cada vez que la espiral volvía a surgir, cada vez se hacía más pequeña, cada vez se reducía más, de tal modo que llegó a una combinación espontánea que al parecer resultó la más correcta.
Cerrando los ojos, confluían y confundían la mezcla del vapor, el humo y el sabor del aire.
Una pequeña implosión con sabor al más de los conocidos licore con nombre alemán y nicotina, plantó lo que supuso el comienzo definitivo de la espiral de estos dos puntos. El punto E y el punto N.
No hacía falta gastar saliva en explicarlo, todo se limitaba a lo que se sentía, punto.
Aunque el estado casi narcolepsico de N no permitía casi que articulara palabra, tragaba saliva y avanzaba.
Y fue sentada sobre un sucio adoquín cuando echó todo fuera, podía resultar repulsivo y antirromantico, pero suponía el gesto de la noche desencadenante. Lo que sintió N justo después, fue la mano de E en su espalda. La misma E que minutos había besado, contemplaba ahora una adorable vomitona...
Increíblemente esa mano pasó a estar siempre detrás de N, no sólo cuando el alcohol hacía estragos en ella, sino siempre, por si N caía, volverla a levantar.
Afortunadamente fue así, porque lo que vendría detrás hizo que N cayese muchas veces, demasiadas...
Lara! Oí que te volvías a tatuar!
ResponderEliminarAhora mismo pienso interrogarte jajaja
Un beso corazóoon!(L)
Me gusta tu forma de escribir.
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