martes, 21 de septiembre de 2010

Todo en su sitio.




Camina. Camina con tiento, camina con prudencia, con tiempo, con gracia, con alegría, con paso cansado, camina hacia delante, camina hacia atrás. Camina al compás de tu canción preferida, camina por detrás de un camión... Cada uno puede caminar por su vida tal y cómo el mismo quiera, no es necesario preocuparse de las pequeñeces que implica el tiempo, el tamaño de sus pasos o la distancia recorrida a lo largo de una tarde, sino con quién lo haces.
Hablando de un caminar figurado, que no es más que el tiempo pasando, ¿cuán de importante es la gente que permanece largo tiempo a tu lado a lo largo del recorrido?

Es perfectamente comprobable que, según los períodos de nuestra vida que van pasando, las personas también lo hacen: van, vuelven, se quedan, se vuelven a ir, desaparecen, o siguen ahí por otra temporada más...
Sin embargo, nadie garantiza con certeza que ninguna de ellas vaya a quedarse para siempre contigo. Ninguno de nosotros somos conscientes en realidad de la duración de la estancia de las personas que van pasando por nuestros días... Y el día que se vayan ¿las echaremos de menos?, y si es así ¿cuánto?, ¿realmente existen grados de falta?

Pienso, que el echar de menos no está tanto en echar en falta más o menos a alguien, sino en sentir la falta sin más, y creo, esto ya lo dije en otra ocasión.

Por tanto, me parece teremendamente importante percibir hasta el más último instante de las personas que de verdad aprecias, hacer limpieza afectiva y quedarse con las verdaderamente importantes.

Ayer, mientras limpiaba mi cuarto y remodelaba alguna que otra cosa y cambiaba tratos de un lado para otro, me di cuenta de muchas cosas. A la vez que cambiaba una caja de sitio, movía recuerdos, recuerdos de la infancia, que se iban alejando de mi cada vez más para dejar paso a los más recientes y a su vez guardar las espaldas a los actuales. También que, por cada elemento nuevo que incluía en mi pared, hacía sitio a nuevos aires que tienen que entrar para renovar los cargados y cansados de ver pasar las mismas experiencias por delante de ellos día tras día. Igualito a las fotos de hace algún tiempo, que saqué de la caja de latón que Lara me regaló para mi cumpleaños, y que acabé por volver a colocar en una buena posición en mi estantería de más uso junto con mis libros preferidos. El corcho a un lado, lleno de trescientas mil cosas cada una por su lado, y las fotos de mis amigos en mi escritorio siempre conmigo.

No cuento esto por simple anécdota, sino como paralelismo: Los recuerdos que movía, los guardaba material y físicamente, hay que dejar paso a lo nuevo y olvidar lo anterior hasta el punto de quedarte sólo con lo bueno y guardar la referencia de lo malo apra no cometer, al menos, los errores con la misma exactitud; las cosas nuevas sean bienvenidas como soplos de aire nuevo que, al igual que las nuevas amistades pueden hacerte ver las cosas con perspectivas más amplias y aumentar las miras (que nunca son pocas); y las fotos, lo mismo que las personas que están retratadas en ellas, pertenecientes a mi vida desde hace algún que otro tiempo ya, que sigan donde están ahora, cerca y espero, cada vez más.

La limpieza afectiva es tremendamente útil una vez que te das cuenta de que lo que de verdad importa no es tanto el saber y lo vivido como lo que te arriesgas a no hacer o saber ahora. No se trata de planear futuro, sino de vivir el presente libre de estorbos, tanto personales como materiales. No quiero ni basura en mi habitación ni en mi vida...

Estoy harta de buenas caras a gente que en realidad no aguanto y buenos gestos a gente que en realidad no lo merece, esos trastos, a la basura... Sólo estorban y ocupan espacio. A veces es mejor tener una pared vacía y limpia de estorbos, te ayuda a mantener la cabeza en orden y más relajada, ¡aunque no esté colocada en la posición zen correcta!


Devendra Banhart – Sea Horse
Devendra Banhart – Bad Girl
Devendra Banhart – Shabop Shalom
Devendra Banhart – Saved

5 comentarios:

Sonic ways.

Me vuelve loco la doble personalidad de esta pequeña ninfa. Tal vez de todas las ninfas. Esa mezcla de una soñadora ternura infantil y cierta temerosa vulgaridad. Ya sé que es una locura escribir este diario, pero el hacerlo me proporciona una extraña emoción, y solo una amante o esposa, podría descifrar mi microscópica escritura.

(Lolita)